viernes, 11 de octubre de 2013

El Bar

Una noche más en el angosto bar, tratando de dejar atrás el mal sabor del día.  Mientras sostenía su cerveza negra observaba las imperfecciones del vaso y sobre todo  como la espuma iba disolviéndose mientras los segundos pasaban. El único momento del día que valía la pena. Siempre era ese, esperar que la espuma de la cerveza se disolviera hasta quedar el amargo líquido negro que le quemaba la garganta y que junto con ese ardor se acordaba de volver a vivir. Pero esos 90 segundos de silencio en su mente eran los que le daban sentido a esa vida sin sentido en la que sospechaba que algo faltaba pero a la vez no podía asegurar  que su vida no estaba completa.

No podía entender cómo ese espectáculo le daba cierta quietud a su mente. Y que solo en este angosto bar le era posible disfrutar de esa paz. Había intentado disfrutar momentos similares en otros bares con otras cervezas, pero sólo esa servida por ese cantinero que no pronuncia palabra –porque no quiere, no porque no pueda-le brindaba paz.

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