lunes, 4 de noviembre de 2013

Besos por espejismos.

Saliste de mi vida tan rápido como entraste.

Fuiste el resultado de dos cervezas, tres copas de vino y dos piscos sours. De las cosas buenas de los intercambios estudiantiles en la que la política es el tema principal, siempre están llenos de testosterona y eso nunca está de más. Bailas bien, nadie lo niega. No me di cuenta a qué horas empezamos a bailar, fuiste uno más con él que baile esa noche.  El ambiente era perfecto para cantar, bailar y disfrutar del vino. El karaoke ya casi terminaba, mi garganta ya no podía más. Yo no canto, aúllo. Y esta ya estaba lastimada por una súbita alergia a la primavera del sur, muchos cigarros y frío de la madrugada. Mis pulmones antes asmáticos pero fortalecidos por mucho ejercicio no me fallaron a la hora en que me sacaste a bailar. Hablamos lo mínimo al empezar a bailar, pero lo suficiente para escuchar tu acento del sur.

Pensé que era el alcohol el que sentía que eres ágil al bailar, pero no, después me enteré que eres bailarín aficionado. Punto para ti. Mis genes del centro se sentían a gusto bailando con uno del sur que disfruta de la música. En una de tantas vueltas me besas. El primer beso que me roban. Apreció el valor y tienes barba, por eso no te pegue una cachetada. Me pides otro beso, te lo doy sin pensarlo dos veces. Querías más y me pides otro beso, pero que esta vez sea más largo. Accedo a tus deseos. El resto del baile se me confundió con tus manos conociéndome y tu boca deliciosamente presionando la mía. No sé en qué momento nos separamos. Cuando veo nuestro alrededor resulta que estábamos solos en el bar. Me escapo por un momento, más bien huí al baño para aclarar mis pensamientos y recordar que no sé ni tu nombre. Solo adivino tu nacionalidad.

Regreso y no sé dónde has ido. Al alcohol circulando en mis venas no le importo mucho ese detalle. Más bien reacciono que la fiesta se mueve de bar. Salgo a la calle un poco confundida, busco a la del sur con quien estaba compartiendo apartamento. Al verla, sin previo aviso le cuento que me estuve besando con alguien y le pido que investigue quien es. Me daba curiosidad saber tu nombre. No te encuentro pero sabía que te vería al día siguiente. Regresamos al apartamento la del sur y yo. Ambas teníamos historias que contarle a la otra.

Al día siguiente te veo a lo lejos y sufro una decepción. No es que te vea feo, tu 1.85 y tu barba no me molestan para nada. Pero había algo que no me convencía.  Discúlpame porque al día siguiente te ignoré  –el último de la conferencia-  pero nunca he sido de las que coquetean por deporte a alguien conocido. Considero ruin ilusionar a alguien, nunca lo he hecho.  Intentaste hablar conmigo pero yo me hacía la loca. Hasta que por fin entras al grupo con el que fuimos a caminar para conocer un poco más del sur y allí no tuve escapatoria.

Fuiste el efecto del alcohol y la emoción de una buena fiesta. Al verte con más detenimiento algo me detuvo, aunque me gustaron mucho tus besos no busque volverte a besar. Pero de regreso en el centro y después de unas cuantas interesantes pláticas de política me di cuenta que te falta el brillo en los ojos que demuestra la picardía de un hombre que se pasa riendo solo de un chiste que solo él conoce. Ese brillo por el cual yo suspiro te hizo falta.


Me has preguntado si tengo pensado regresar al sur, te respondo que sí, que el sur se ha convertido en el norte de mi vida. 

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