viernes, 29 de agosto de 2014

El león que no fue

2003. Un domingo cualquiera cuando tenía casi quince años me senté frente a la televisión con una curiosidad: ver la entrevista al personaje de moda en mi país. Un guapo joven recién diputado de 28 años, lector, poeta, comediante, ex presentador infantil de televisión, escritor, columnista, redactor de discursos del presidente, filósofo y graduado de ciencias políticas y comunicaciones.

El programa tuvo un formato relajado, era la entrevista dominical en la que se indagaba por la vida personal de los personajes nacionales. Mientras pasaban los minutos me empezaba a gustar cada vez más ese peli castaño/rojizo que narraba cómo desde niño su familia se encargó de educarlo más allá de las enseñanzas de su colegio.

Contó perfectamente cuando la guerrilla mató a su abuelo. Los viajes a Europa con su abuela para instruirlo en el arte e historia del Viejo Continente. Cuando leyó a Marx de adolescente bajo sugerencia de sus papás, para que pudiera conocer con lo que había que luchar. Sus años como presentador de televisión infantil (me sentí identificada, bueno, eso quería, recién yo había terminado mis 4 años como locutora infantil), sus años universitarios, su pasión por la lectura y las letras. 

Cuando ingresó a la juventud del partido poco tiempo después del final de la guerra civil pero que, a decir verdad él era el único joven en su partido. Sus poemas y narraciones. Su pasión por los libros.

La curiosidad original daba paso a una fascinación mientras contaba los años de diferencia entre los dos, maldiciéndolos y lanzándolos al viento al ver cuán interesante era su mente. En una hora quise con todo mí ser conocerlo y platicar con él, sorprenderlo de alguna manera. Que me considerara una interesante mujer a su nivel, poder escucharlo para siempre. 

Me sentí insignificante ante su simpatía e inteligencia. Tenía 14 años, estaba en noveno grado y solo me había gustado un niño en mi vida. Lo deseé con toda la fuerza con la que una adolescente puede desear a un artista. Él no estaba en Hollywood, era de carne y hueso y era mi compatriota.

Con esa entrevista él se consagró –hasta el día de hoy- como primer lugar de muchos mis amores platónicos. 

Con ella me di cuenta lo poderosamente atractiva que es la mente de un hombre inteligente.

2005. El flamante diputado al año abandonó el poder legislativo y llevaba otro año como el ministro más joven del país. Yo seguía con mucho detenimiento sus columnas de opinión. La comezón de la política ya estaba en mí así que seguía la labor gubernamental con detenimiento y su ministerio me resultaba interesante. 

Así como los muchos rumores e historias que se decían de él, mi hermana mayor y mis primas mayores contaban sobre todas las mujeres que pertenecían a su club de novias. 

Resultó no ser perfecto, tenía casi tantas novias como días el año. Incluso había publicado una colección de poemas eróticos, cada uno de ellos dedicado a distintas mujeres. 

Un día caminando por un centro comercial lo vi en vivo. A lo lejos estaba hablando por celular y acariciándose su barba. Me detuve para observarlo y desear tener una excusa para hablarle, pero nada pasó. Viéndolo deseché mis valores y quise ser la receptora de uno de sus muchos poemas eróticos.

 2005-2011. El flamante ministro dejó de serlo. Abandonó su partido político. Se convirtió en el director de una de las principales cámaras empresariales del país. Dejó a un lado sus muchas novias y públicamente en una columna declaró su amor a su –entonces- novia. En el mismo espacio editorial contó cómo fue su paso del ateísmo que sostuvo 14 años al catolicismo. Se casó y tuvo una hija. 

Perdí el sueño imposible y me dediqué a leer sus columnas en las que defendía la libertad.

Octubre 2011. Un día, en mi organización creamos un pequeño curso para aprender un poco de ética, filosofía, historia nacional y economía. Él fue el maestro de la clase de ética. Muerta en nervios entré a su clase. Nos planteó pregunta tras pregunta sobre el comportamiento humano y su sentido para su vida. Escucharlo en vivo, a menos de un metro de mí era fascinante.

A un grupo de veinteañeros nos trataba de tú a tú y a cada pregunta que me sentía suficientemente segura de mi inteligencia se la respondía casi tartamudeando. Disfrute esas dos horas y salí de allí con la certeza de leer el libro que nos recomendó. Supe que su inteligencia era aún mayor a lo que demostraba en la televisión. Vi otra cara más académica de él y me enamoré más. 

Mi deseo de adolescente se sintió satisfecho al por fin conocerlo. El libro que nos recomendó –que habla de la libertad espiritual- pasó a ser uno de mis favoritos.

Julio 2013. Otro curso de la organización. Esta vez tenía un invitado especial, un perseguido político en su país de origen. Mi amor platónico --por ser el jefe de Francisco, uno de mis amigos y camarada en la lucha por la libertad-- supo que nos visitaba el activista político y se auto invitó a la cena con el exiliado. Me enteré el día anterior y las horas se me hicieron largas para poder verlo otra vez.  Me arreglé un poco más de lo usual, tanto por el activista como por mi amor platónico.

Durante la cena me senté en el punto medio entre Francisco y el activista. En mi lógica mi amor platónico iba a estar alrededor de ellos. Llegué temprano a la cena, él llego un poco tarde, pero se sentó donde sospechaba. El grupo era grande y sentado en una mesa larga, la conversación se partió en tres pedazos. Yo estaba en el grupo de mi amor platónico. Me iba a dar el gusto de conversar relajadamente con él.

La plática no decepcionó. Éramos él, Francisco, el activista, mi hermano y yo. Hablamos desde filosofía –ha leído por cultura a todo Nietzsche y le creo- la fe en Dios, por qué el cristianismo es la religión con la que más se identifica el humano, el agnosticismo y la vida católica, los caudillos en Latinoamérica, el activismo política, los libros y la libertad espiritual

Ese giro en la plática dio la oportunidad para que dejara de lado el terror que me embarga frente a los hombres que me gustan y me atreví a preguntarle si él me podía recomendar otro libro como el de la clase de ética. Que me acordaba mucho de esa charla y le agradecía por la recomendación, que ese libro no me decepcionó.

El activista estaba un tanto confundido sobre lo que hablábamos, así que pidió que le explicásemos de qué iba el libro. Volteé a ver a mi amor platónico como quien espera que hable, pero él me cedió la palabra y me pidió que yo explicase el punto central del libro. Lo hice. Lo hice bien. Al final de mi explicación hubo un pequeño silencio.

Mi amor platónico en sorpresa exclamo: "¡Tú tuvieras que hablar en público, hablas con una pasión que me convencerías de cualquier cosa que me dijeras!" 

Me reí un poco mientras no podía creer que yo pudiera sorprender en algo a mi amor platónico. Lo sentí como un triunfo nunca me pensé capaz de obtener y en ese momento me consideré la mujer más atractiva del planeta.

Francisco que me conoce demasiado, lee mi mente más veces de lo que yo quisiera interpreto mi risa de manera exacta y le advirtió a mí amor platónico: "¡No le diga eso a esta mi amiga que se me va a engreir por el halago!"

"¡No lo digo como exageración Francisco, ella habla de lo que cree con pasión y convicción, es exquisito ver eso!", remato mientras proseguía a exponer su idea sobre la libertad espiritual.

La plática prosiguió, se trasformó en antropología del matrimonio y el estado. El activista político le restaba mérito al matrimonio por considerarla una institución no tan importante como se le afama. 

En un súbito momento de inspiración explique que su concepción era errónea, que si analizaba la antropología solo hay dos celebraciones que sin excepción están presentes en todas las culturas humanas: los funerales y su costumbre de acompañar a los seres queridos en sus primeros momentos en la muerte -–por lo tanto la creencia de la vida después de la muerte también es universal--- y el matrimonio, como el paso final a la adultez y el reconocimiento en todas las sociedades a la unión de un hombre y una mujer para formar una nueva familia. 

Solo esas dos celebraciones son las celebradas universalmente y que se fijaba, eran las dos únicas por lo que se considera necesario que los familiares que viven lejos viajen para estar presentes.

Silencio. Mirada de sorpresa.

“Hoy sí Francisco, explícame ¡¿de dónde te la sacaste?!  Mira que se nota que ella es especial“ exclamó mi amor platónico.

¡Volví a reír nervioso, no podía creer que yo pudiera sorprender realmente a mi amor platónico ni que me viera como su igual en un debate!

“Mi amiga llegó por curiosidad a la organización, les pegue el ojo para mi comité y se quedó. Es excelente aporte” explicó Francisco con el tono paciente de quién sabe lo que sucedía en mi interior.

Mi amor platónico nos pregunta a mí hermano y a mí “¿Qué acaso se discutía política en la cena en su casa cuando eran niños?”. Reímos, “algo así, algo así” respondimos.

Mi amor platónico rio para sí mismo y se dirigió a mí, “me alegra que estés metida por acá, mira que es necesario más mujeres en estas discusiones” y luego prosiguió con su plática sobre el matrimonio y su relación al estado.

Tome un trago de mi Coca Cola que me supo a una gloriosa victoria obtenida sin siquiera buscarla. Quién diría que 10 años después aquella casi quinceañera iba a estar un jueves cualquiera cenando con su amor platónico y charlando de todo lo que siempre quiso platicar con él, intercambiando opiniones de filosofía y política.

Maldije de nuevo los años que nos separan y lo tarde que llegué a su vida. Terminamos nuestros tragos y en el camino a la puerta del restaurante se despidió de mí agradeciéndome por la energizante plática de la noche. Que un gusto platicar con tan interesante grupo. Después del casto beso de despedida me dirigió un “seguí así”. 

Sonreí, mi Brad Pitt personal me había piropeado varias veces. En ese momento no le podía pedir nada más a la vida.

Octubre 2013. Otro evento de la organización, él era el invitado ideal. Saluda a los demás –todos hombres- y al dirigirse a mí me dedico una sonrisa con una risa como quien se ríe al recordar un chiste que solo puede entender. 

Me alegró ser quien le provocará una risa retorcida. Lo lo escuchaba hablar con éxtasis. Admiraba a un hombre –que ya empieza a perder su belleza juvenil-- inteligente demostrando en palabras la pasión por sus ideas. Ver a un hombre dar ese tipo de exposición firme y con convicción es casi embriagante para mí. Me dediqué a disfrutarlo.

Al final de la plática me tocaba hacer una pregunta: "¿dime qué piensas, tú que eres escritor, qué es más la creación humana más sublime, la música o la literatura?" Risa de nuevo, “vos y tus excelentes preguntas filosóficas, a ver….” 

Coincidió conmigo que es la música, porque tiene la capacidad de conmover a todas las personas, en cambio las letras no son tan universales.  

“La música en sus altos y bajos expresa el sentimiento humano, más que las letras. Además que para que estas tengan sentido tienen que estar ordenadas de tal manera que formen buenas ideas y tienen que ser excelentes para que puedan tocar un alma, en cambio la música, aunque sea una tonada sin letra es capaz de transmitir dolor o alegría”.

Nos despedimos con una sonrisa y adiós a la distancia. Al ver su sonrisa yo recodaba su mejor frase hacía mí: “Hoy sí Francisco, explícame ¡¿de dónde te la sacaste?!  Mira que se nota que ella es especial“. Volví a saborear la victoria, la sigo sintiendo mientras escribo esto.

Enero 2014. Mi amor platónico –otra vez- acompañó a la organización en un foro que organizamos. Casi no hablamos, pero intercambiamos correos –que he desaprovechado el tiempo y casi no le he escrito- y me recomendó un libro para ilustrarme más sobre el que yo misma quisiera escribir. 

Otra sonrisa, otra risa torcida.

Agosto 2014. Sigo buscando a mi león desconocido, si yo fuese un poco mayor –o él menor-- él fuese buen candidato para llenar el puesto. No lo fue. Lástima. Sé que por allí anda el barbudo inteligente que será con el que pueda disfrutar no solo sonrisas retorcidas y buenas pláticas, sino que también sea con el que -por fin- darle rienda a mi caudal de pasión que siento cuando alguien me gusta.

sábado, 9 de agosto de 2014

Se busca mentor

No me mal interpreten por la entrada y hasta yo misma reconozco que tal vez en cinco años la lea de regreso y piense que esta llena de bobadas, pero aquí va.

Extraño a mis papás, ambos están vivos, no es eso, pero extraño a mis papás, esos a los que de niña acudía para saber qué libros leer, esos que a los 10 años me pusieron en mis manos mi primer libro de García Márquez con la excusa que nunca se es temprano para empezar a saber de política y tener criterio. (Era Noticia de un Secuestro). Extraño a mis papás que las cenas se comentaba la columna del día y política. Extraño el hecho de acudir a ellos para poder instruirme más.

Por momentos me da la impresión que sin darme cuenta llegué a un punto donde me gusta más la política que a ellos y eso les dió miedo, que entrara a un mundo en el que (frase literal) "queriamos que tuvieras un criterio, pero no que te metieras en él". Calma queridos padres, que no soy fanática de los partidos políticos, soy más del tipo de tanques de pensamiento Y limitar el poder de los partidos y el gobierno. "Es lo mismo hija, distinto fin, pero política al fin y al cabo". Sí, lo es, y qué. "No era lo deseado". Entonces, en cierta manera, se volvió un tabu y desde allí son "las cosas que andas haciendo".

Después de eso me callé, no literalmente, pero deje de ser comunicativa, porque me cuesta intimar con quien no responde con genuino interes a lo que hago. Puede que no lo comparta, pero se alegra de verme alegre. Pero las cosas no dichas, los prejuicios y los "no era eso lo que pensaba que iba a pasar" entre mis papás y yo pesan demasiado como para que me abra y cuente del todo lo que me apasiona. "Sos una ráfaga que pasa en la casa, pero nunca sabemos en qué andas pensando". Otra frase de mis papás. Ante todo, quisiera poder compartirlo, lo he intentado, pero cuando cuento del tema del ensayo la respuesta es un "eehhh sí, si tu decis, pero no sé que más responderte".

Quisiera que mis papás siguieran siendo mi guía en el mundo profesional -e intento de escritora- que quiero ser, quisiera, extraño esa seguridad. Ya no está allí. La recomendación de libros la hago yo, la explicación política en la mesa la damos mi hermano y yo.

Quisiera decirles qué me sigan enseñando el camino de letras e investigación político/económica que deseo, pero ellos no lo han recorrido, quiero encontrar un mentor a quién irle a contar mis dilemas literarios, quién leer, qué técnica literaria es más adecuada, quién ha escrito de los temas que deseo escribir. Quisiera que esos mentores fueran mis papás.

pd: sí tengo amigos que tenemos las mismas inquietudes, a ellos gracias -anónimas- por estar allí y compartir nuestros dilemas literarios.

jueves, 7 de agosto de 2014

No sé que decirte

Ya sé todo de tu vida y sin embargo no conozco ni un detalle de ti

Te mereces una entrada, la mereces, pero no sé qué decirte. Sos real, pero intangible. Como diría la canción, ya se todo de tu vida, pero conozco ni un detalle de ti. Me gusta la idea que tengo de ti, pero (aún) no me gustas tú.