martes, 25 de febrero de 2014

Sonríes hasta con los ojos

Felicidades, me tienes como dunda, lo lograste a punta de bellas sonrisas combinadas con una chispa en los ojos.

Me acuerdo la primera vez que te vi. Tenías un semblante serio, eso no te restó puntos. Me impresionaste con tu 1.90, bellas facciones y barba. Causaste sensación en mí al punto que para mantener la seriedad  que ameritaba las circunstancias tuve que explotar con la del sur por Whatsapp gritándole: ¡Apurate, vení, AQUÍ HAY UN ADONIS!

Una de las cosas que más nos distingue con la del sur es el gusto físico por los hombres (excepto los actores de Hollywood, allí sí coincidimos) y al principio no te reconoció como el adonis que eres. Casi tuve que señalarte con el dedo. Al verte solo me dijo “muy alto y delgado para mis gustos, pero sí, se nota que es de tus gustos exactos”. A un año y medio  de esa afirmación aún sigo en sorpresa.

Pasó el tiempo y siempre eras el más guapo de todas estas actividades nerdas en las que coincidimos. En ese momento todavía no estaba loca por ti. Mi locura –esto de perder la cordura sin previo aviso lo clasifico como locura- comenzó a los meses de empezarte a ver con más regularidad.  Mi intuición falló. Pensaba que eras extremadamente serio, pero erre en ello. No recuerdo cuál fue la fecha exacta, sospecho que fue alrededor de diciembre cuando empecé a fijarme en ti. La  pasión  con la que transmites tus ideas y lo poco apático que eres con lo que te piensas me empezó a cautivar. Eres un tanto necio. Y mientras contabas con determinación tus ideas, sonreías hasta con los ojos y te pasabas la mano –por cierto, ¡qué bellas manos tienes!- por la barba empezó esta enfermedad.

La enfermedad cedió un poco en el receso navideño. Regresó recargada en el nuevo año al acercarse la fecha en el que tu evento estrella se iba a llevar a cabo. Hablabas mucho de eso en las reuniones, siempre con pasión, sonriendo aun cuando se te notaba la ansiedad de querer que todo saliera bien. Las horas antes del evento no entiendo cómo soportaste tus nervios y yo mis risas nerviosas al verte. Al día siguiente me felicitaste/agradeciste por mi apoyo. La risa de felicidad al leer tu mensaje me hizo el día.

Pasó el tiempo y empecé a buscar las excusas más tontas para hablar contigo. Me provocas sonrisas espontáneas al acordarme de ti. Tengo chinas a mis amigas a las que les he confesado este irremediable enamoramiento. Mientras escribo esto tengo una sonrisa en la boca.

Ayer mí tarde no fue tan buena, mi camino para irme a estudiar afuera siento que se pone más empinado y laboralmente tampoco fue buena. Francamente estaba muy estresada, cansada y la reunión nerda que me encanta no me alegraba la tarde-noche. Moría de ganas por irme a mí casa, ver una serie y dormir. Pero la responsabilidad y saber que tú estarías allí hicieron que llegara.

Al entrar te vi tan cansado como yo. No parecía ser una reunión en la que me fueras a gustar un poco más, no tenías tanta cara de sonreír. Me sentí aliviada, mi enfermedad no aumentaría más. Error. Los 9 nerdos que estábamos empezamos a hablar de política y haciendo gala del humor negro nos relajamos un poco.

Empezó la reunión, me dedicaste una sonrisa mientras yo exponía mí parte al notar que ha cambiado el formato desde que yo la expongo. No entiendo cómo no empecé a tartamudear. Al rato fuiste víctima de tu propio despiste y todos te molestamos un poco. Tomando al vuelo el comentario de un nerdo de por allí te hable por el Whatsapp, mientras hablábamos del chisme del momento te saqué una sonrisa y una risa. Fueron los mejores momentos de mi día. Me alegré al hacerte sonreir. Creo que no tienes ni idea lo que me provocas cuando te ríes o sonríes por algún comentario que te hago.

La madurez me ha hecho aprender que gustarle a alguien no me hace peor ni mejor persona, como tampoco no gustarle no me hace peor o mejor persona.   Así que si no soy correspondida –como sospecho que será- eso no me traumará. Cuando la enfermedad sea superada por mi sistema inmunológico serás un sonriente y feliz recuerdo. Pero si fuera correspondida te digo, podría pasar la vida escuchandote hablar con pasión y me dedicara de lleno a provocarte risas para que siempre sigas sonriendo hasta con los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario